Por Elizabeth Ambiamonte
Se fue un Rolling Stone. Suena a fin de una era, y lo es. Pintamos todo de negro, porque la banda más longeva del rock mundial queda incompleta. Quienes pudimos experimentar un concierto de los Stones sabíamos que siempre podía ser la última, y que el aura de ese momento venía cargado de historia, y de muchas historias en realidad, porque estos pibes de setentipico cada uno son los mismos que en los sesenta empezaron todo.Miembros de una camada de artistas, de un movimiento cultural que pateaba en bares londinenses esperando "pegarla", y hasta el cruce con The Beatles fue fortuito y oportuno para lograrlo. Lo hicieron, y además: siguieron.El año pasado, el 2020 que parecía el peor año de la historia para la fulminación de las piezas fundamentales de la cultura (2021 lo superó ampliamente), decía Raúl Perrone en un vivo en este mismo canal "si yo tuviera que elegir un Stone, sería Charlie Watts, porque le importa tres carajos todo". O algo así.Lo cierto es que una banda con egos tan fuertes como los de Jagger y Richards, necesitaba equilibrar la balanza y Watts con su personalidad y talento cumplió efectivamente su rol por más de cinco décadas.Un grupo de rock es un grupo humano, y esas personas por alguna razón cósmica lograron reunirse en tiempo y coordenadas. Pero son “personas”, y si bien "la patria stone" especulaba crédula con el mito de aquel pacto satánico que los mantendría por siempre en gira eterna por algún escenario del planeta, hoy anonadados comprobamos que son mortales, ellos también.Se habla de sus cualidades humanas, artísticas, pero sobre todo el lamento de que la banda que desafió el paso del tiempo finalmente se quebró por la irrefrenable realidad y el cumplimiento de aquella premisa socrática: “todos los hombres son mortales”.Ya era leyenda, murió el mito. Larga vida al rock, y roguemos a Dios que lo salve, antes que a la reina.